Desde su aparición en la alta edad Media europea, casi en los albores del Renacimiento, los naipes del Tarot se han venido utilizando como uno de los más populares métodos de oráculo, lo que hace del conjunto una baraja singular. Actualmente existen diversos modelos de tarots en el mercado, pero en general todos ellos se basan en un patrón común, el Tarot de Marsella, surgido en la primera mitad del s. XV en esta ciudad del sur de Francia1 . De este Tarot, básico para un estudio serio del tema, descienden las barajas francesa y española que habitualmente usamos en juegos de azar. El reverso de los tarots más antiguos, como el marsellés, es escaqueado y sugiere un tablero de ajedrez. Quizá las figuras del anverso alegoricen también una gesta donde diversas piezas, las imágenes del Tarot, personificaciones de los distintos actores que pueblan la psique humana, narran el drama de la propia vida. Pero, lo único cierto que sabemos sobre su origen, aparte del lugar y momento de su aparición, es que lo dibujó una mano anónima que muchos atribuyen a los Templarios, y que quizá fue divulgado por pueblos provenientes de Oriente, del norte de África, o por los gitanos, que entraron en Europa antes del s. XV.

El Tarot nace en un período en el que la civilización occidental tiene amplio contacto con otras culturas a las que sabios, intelectuales y aventureros de la época están abiertos. Así, el Tarot recogerá material de diversas culturas2 y reflejará influencias grecolatinas, pero también egipcias (hay quien cree que es obra del mismo Thot o Hermes Trimegisto), celtas, cristianas… Durante los siglos XI, XII y XIII hay varias corrientes culturales en Europa que impulsarán luego a un renacimiento del saber, antiguas ideas se retoman y mezclan con doctrinas extranjeras, nuevas, de lugares con los que empieza a haber mayor contacto. Fruto del interés resurgente por credos clásicos y paganos son algunas sectas gnósticas, como los cátaros o albigenses, por ser Albi, cerca de Toulosse, eje principal de su origen y expansión. Los cátaros eran herederos del maniqueísmo, basado en la existencia de dos poderes opuestos y fundado por Mani, príncipe persa que vivió en el s. III y que fundió dogmas cristianos con los de Zarathustra o Zoroastro. Hay quien atribuye el Tarot a los cátaros, que idearon sus imágenes para que sus doctrinas les sobrevivieran o para representarlas ante analfabetos, razón que también asiste a los Templarios.

Hacia el siglo XI, Bizancio inicia su ocaso como capital comercial y cultural de Occidente, y las ciudades del litoral italiano, Venecia, Génova y Pisa, toman el relevo como principales ejes de comunicación con Oriente. Desde allí viajan a Tierra Santa y Asia Menor los cruzados, Marco Polo va a China y contacta con el imperio mongol estableciendo relación con budistas, musulmanes y miembros de diversas religiones. Los mercaderes italianos controlan además los pasos de Saboya y las rutas comerciales del norte; Alemania, Flandes y Francia les abren paso a Inglaterra, Escandinavia, Irlanda… Las leyendas de Arturo y el santo Grial, los ciclos celtas, penetran así en el continente y se traducen al latín. Mientras, en España, hace siglos que los árabes conviven con judíos y cristianos y, desde allí y otras zonas del Mediterráneo, pasan al resto de Europa transcribiéndose sus ideas y obras a otras lenguas. Por aquél entonces aún se discuten ideas nuevas y se enfrentan a las ya conocidas sin caer en herejía: la iglesia de Roma todavía no se siente amenazada. Pero todo cambia, y un día, hasta los Templarios, con gran poder, riqueza y privilegios concedidos por el Papa, son perseguidos, acusados, arrestados y torturados por la Inquisición que confisca sus propiedades. La Orden es destruida a principios del siglo XIV, pero masones y Rosacruces heredan sus conocimientos y los esparcen, aún hoy, por todo el mundo.

Aunque el Tarot se aprueba o prohibe a lo largo de la historia en varias ocasiones, sus imágenes tienen vigor todo el tiempo y su estudio resurge con fuerza en los siglos XVIII y XIX -donde se vincula con la Astrología y la Cábala-, hasta llegar a hasta nuestros días. Incluso en la Europa renacentista, sobre todo en Italia, se usaron los veintidós arcanos mayores en el llamado juego de triunfos, una serie de fiestas y procesiones, quizá misterios teatrales o dramatizaciones de relatos sagrados en su origen, que famosos artistas, como Leonardo da Vinci o Brunelleschi, dirigen y recrean. A dichas representaciones se les dió el nombre de Trionfi, acaso pensando que los naipes del Tarot alegorizaban un desfile triunfal. Tal vez sucediese al revés y por eso hoy, muchas de las cartas de juegos de azar se designan como triunfos. O quizá sea, también, porque sus evocadoras imágenes reflejan los dones con los que se viene a la vida así como los que se pueden adquirir o perder a lo largo de la misma.

1 También nacen entonces en el sur de Europa otras cartas de Tarot como la de Visconti o Sforza, hecha en Venecia a partir de pan de oro y nobles materiales para la familia Visconti, de la que toma su nombre.

2 La palabra Tarot no está en nuestro diccionario, pero hay quien, efectuando diversos anagrama, la asocia con el vocablo latino ROTA: rueda, y ORAT: lo que habla; con el hebreo TORA: ley, o TROA: puerta; o con la palabra egipcia TARU: lo que requiere respuesta o para consulta, y también con la unión de TAR: camino, y ROS: real. Otro vocablo egipcio sería TAOR (TAUR): Dios de la oscuridad. Por otro lado, un afluente del Po, el Taro, riega el norte de Italia, una de las regiones vinculadas a la aparición del Tarot.